El tema de la gramática y el papel que esta tiene en el aprendizaje de un nuevo idioma se me han recientemente destruido y no disimulo que esta visión del enfoque me ha un poco confundido.
En suma, se trata de considerar la gramática de una lengua simplemente como una de las muchas partes que la constituyen, ni la más difícil, ni la más complicada y aún menos la que debe ser considerada el aspecto más delicado que hay que cuidar durante el aprendizaje. Una “ll” leída como “l” merece ser considerada un error tal como un “creo che que sea”, ni más ni menos.
Lo que me ha dejado perpleja es imaginarme aprendiendo un idioma sin darle demasiada atención a la gramática y me ha parecido algo innatural. Reflexionando sobre el tema entero he cambiado rápidamente de opinión en las horas siguientes. Pero, parece imposible considerar de adoptar como profesores una metodología diferente de la que nos había, en su tiempo, permitido aprender el idioma.
Incluso parece difícil imaginarse estudiantes, porque pensando en mi experiencia traumática de estudio extremo de sintaxis de subjuntivo, se me hace bastante complicado evaluar otro método que no sea eso o también pensar en una estrategia de aprendizaje que deja a la gramática solo el tiempo útil para transferir estructuras indispensables.
El problema es que a mi la gramática siempre me ha gustado. Y no consigo aceptar que se le haya quitado el papel de protagonista. Al mismo tiempo soy consciente de que nunca estudié las reglas de memoria, solo las aprendía en función de la habilidad comunicativa, oral y escrita. La gramática puede ser asociada a las matemáticas: hay que saberlas emplear para que sirvan a algo, no hace falta conocer las reglas de memoria.
Es verdad que enseñar una lengua significa dotar a tus alumnos de un instrumento y que el objetivo principal es hacerles autónomos para que la empleen libremente y consigan sus objetivos comunicativos. Creo que todos hemos llegado a este punto en común al final.
Otro elemento que hay que tener en cuenta es el tiempo. Muy a menudo las horas de lengua no permiten jugar y pasar de un tema a otro sin tener la preocupación que toque el timbre. Fijarse demasiado en un aspecto de la lengua sin considerar los demás es un ejercicio incompleto.
Es por esto que me imagino el profe del futuro así. Uno que aprende como “jugar con el tiempo” y que sabe organizarse de manera que todas las destrezas de sus alumnos puedan ser desarrolladas en cada hora de clase: un poco de fraseología, práctica oral, aclaraciones de uso y gramática, construcción sintáctica de un trabajo escrito.
La meta es la de poder alcanzar resultados multidireccionales todos los días.
No sé qué piensan sobre el tema mis compañeros. Pero a mí, mano a mano que seguimos con estas reflexiones, el papel del profesor de español me parece cada día más complicado. Y la responsabilidad comunicativa no es el único aspecto, quien enseña debe de desarrollar la capacidad de fusionar toda su fantasía con la práctica, la variedad de tareas y la multitud de objetivos. O sea, nos toca estar siempre con el cerebro en movimiento, buscando inspiraciones por cada rincón. A ver si lo conseguimos.
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